El ídish, idioma que hablaban los judeo-progresistas que migraron a América, constituía su patria sin fronteras, los simbólicos ladrillos de las paredes de su propio edificio cultural. Fue el idioma del judío trabajador, el del proletario, el del confinado, y el elemento aglutinante de una cultura dispersa geográficamente, pero que constituía un pueblo. Su defensa implicó el resguardo de la propia historia y de una cosmovisión, porque en su ídish había algo propio y singular. Así, la gran mayoría de los materiales hallados que datan de fechas previas a 1950 se hallan netamente en ídish. Hacia los 60, se produciría una paulatina transición hacia el castellano, con las consecutivas llegadas de las generaciones nacias en Argentina. En gran medida, los volúmenes hallados en las instituciones icufistas viajaron a Argentina en las valijas de los inmigrantes, o fueron producidos por activistas y ltieratos del movimiento.
[…] El caso del ídish en la Argentina: Su historia se inicia hacia fines del siglo XIX cuando judíos provenientes del centro y el este de Europa, en su mayoría hablantes de ídish como primera lengua, comenzaron a llegar al país en respuesta a la promoción de la inmigración europea por parte de un proyecto nacional que buscó integrarla al desarrollo de la agricultura.
Estos inmigrantes se establecieron principalmente en colonias agrarias donde el ídish continuó como lengua materna y modo habitual de comunicación durante décadas. Abandonado el viejo hogar (el alter heym), constituyó para esos inmigrantes un referente comunitario, operó metonímicamente como uno de los sustitutos simbólicos del territorio perdido, un espacio de encuentro y reconocimiento de membresía colectiva.
Transcurrida la primera etapa de asentamiento agrícola en el interior del país, las nuevas generaciones de judíos argentinos, que no habían vivido el hambre ni la persecución en Europa ni las penurias de la situación inmigratoria, pudieron aspirar a un cambio de vida que implicaba abandonar las colonias y la vida rural para instalarse en las ciudades. Es decir, el movimiento que se inició con un primer pasaje del pequeño pueblo europeo a la colonia agrícola argentina, prosiguió con el pasaje de la colonia a la ciudad. (Skura comp., Reflexiones sobre el ídish, Colección Mil Años, Sholem Buenos Aires, 2011).
Con los años, la escolarización en la primaria estatal en castellano y las aspiraciones de integración social (y otros factores), el uso de este idioma en las siguientes generaciones de judeo-progresistas fue decreciendo. Si bien hasta los años 70 las escuelas idishistas, complementarias a la enseñanza oficial, seguían impartiendo idioma y cultura ídish, por razones de coyuntura este fue desplazado por el castellano. Lo mismo fue ocurriendo en los hogares y clubes.
Esta colección se compone de los materiales hallados en las instituciones icufistas, que están en ídish, pero no constituyen colecciones específicas del ICUF, sino de quienes conformaron el judeo-progresismo, y también otras tendencias idishistas.
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