En este número del Boletín CeDoB Pinie Katz, homenajeamos a Dardo Esterovich. Ofrecemos aquí una semblanza de este hombre de compromiso y calidez, de la mano de su compañero de militancia, Jorge Elbaum: sociólogo, Dr. en Ciencias Económicas, Profesor Universitario (UBA, UNLM), integrante y miembro fundador del Llamamiento Argentino Judío. También colaboran en este homenaje sus hijas Gabriela y Valentina.
Dardo fue un hombre de la pluma y la palabra, de una trayectoria de más de siete décadas ininterrumpidas de militancia por un mundo con justicia social, sin discriminación y con igualdad de oportunidades. Dardo trabajó incansablemente por el judaísmo progresista desde Convergencia y junto con el ICUF desde el Polo del Judaísmo Plural. Fue, sin duda, uno de los grandes hombres del movimiento, generoso, formador, un imprescindible; llegó a dirigir la publicación periódica Convergencia (2000-2018) y a ser Secretario General del Llamamiento Argentino Judío, el cual ayudó a fundar en 2015.
Tras su fallecimiento en 2021 Gabriela y Valentina, y lo decimos con el orgullo y la responsabilidad que implica, decidieron donar al CeDoB Pinie Katz la colección completa de la revista Convergencia.
A su vez, trabajamos en conjunto con la familia para digitalizar todos los documentos de la militancia de Dardo, que tan meticulosamente dejó ordenados, como parte de su legado.
Dardo Esterovich nació en Rosario el 30 de enero de 1934. Vivió desde muy pequeño en La Plata, ciudad en la que estudió primaria, secundaria, y en la que se recibió de Ingeniero Civil. Residió en Venezuela desde 1978 a 1985 aproximadamente; en los 90 se instaló en Buenos Aires. Se casó con Nely Tumalavicius. Era hincha de gimnasia y fue jugador de básquet en la institución Max Nordau de La Plata, donde también participó de un coro. De comentarios agudos y remates ingeniosos, Dardo es uno de los imprescindibles.
Dardo Esterovich, in memoriam, por Jorge Elbaum
¿Por dónde empezar en el léxico del recuerdo? Quien escribe estas líneas conoció a Dardo en sus últimos 15 años de vida. Sin embargo, me fue posible recuperar sus décadas previas a través de mis diálogos con él y con personas que lo conocieron. Y es que, quizás, por esos relatos entremezclados, que su impronta, su vitalidad, aún nos atraviesa.
Las palabras siempre tienen gusto a poco cuando refieren a una vida. Y sobre todo a una vida como la de Dardo. Los vocablos se nos aparecen como ajenos, extraños. Incapaces de referir un trayecto tan diverso y a la vez coherente. Solo rememorar su figura y su talante supone una luz de dolor corporal ante su ausencia. Es que –quienes militamos con él– nos acostumbramos a su persistencia, a su compromiso, a su entusiasmo.
Dardo Esterovich fue uno de los fundadores del Llamamiento Argentino Judío. Pero antes de proponer su creación en 2014 había ejercitado una enorme tarea militante, intelectual y periodística. No dudó en aprender en cada una de sus vidas: asimiló datos mientras estuvo detenido, en la universidad cuando estudiaba ingeniería, en el trabajo de los días.
Supimos de su perseverancia política y su firmeza ética, siempre liberada de intereses personales. De esa lucidez tozuda que nos obligaba a buscar argumentos. De su capacidad de discutir hasta que alguien pudiera convencerlo: alguien que nos invitaba a reflexionar para abandonar prejuicios, para trasladarnos al lugar donde se hace necesario debatir con coraje y fundamentos.
Dardo tuvo la valentía de hacernos pensar en la mesa de café y en las asambleas. Te conminaba a abandonar las modas de época. Esas rancias plegarias que nos invitaban a abandonar peleas y a confraternizar con los verdugos. Esos discursos brutales del individualismo que siempre es acompañado por claudicaciones.
Tenía el coraje de respirar sus orígenes de trabajo y nunca olvidó su olfato y sensibilidad de laburante. Por eso solo, a contracorriente de los traidores de clase, se ganaba nuestro respeto auténtico: por sus más de siete décadas de militancia ininterrumpida. Por su compromiso con la vida, propia, familiar, pero también del mundo que lo rodeaba.
Esta inmensa soledad que nos dejó está directamente relacionada con lo que ocupaba su formidable presencia: una razón de tábano advirtiéndonos la presencia del enemigo. Una llamada para detallar errores. Un mail para ampliar o legitimar posiciones. Un texto para armar declaraciones. Una palabra para cambiar el destino de un comunicado. La sensación es que Dardo siempre estaba cerca. Y siempre estaba sobre los temas. Y que era el más informado de todos. Y que empujaba a los más jóvenes con una energía y voluntad inmensa. Cuando tuvimos alguna duda, lo mirábamos. Cuando había que dar pelea, esperábamos su anuencia. Ese liderazgo sobrio nos hacía sentir acompañados y seguros. Era como si la Historia, con mayúsculas, salía a nuestro encuentro a través de su presencia y su palabra.
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