Nerina Visacovsky y Leonardo Senkman

Días pasados, el 7 de agosto precisamente, contamos con la visita del intelectual argentino Dr. Leonardo Senkman. Autor de una vasta y extensa obra, esta vez compartió con el auditorio hallazgos de investigaciones que realizaba en los años setenta sobre obreros judíos en Argentina, que en la actualidad está retomando. Su pasión por la investigación es inagotable y la variedad de temas que ha trabajado a lo largo de su vida dan cuenta de ello. Senkman nació en 1941 en la provincia de Entre Ríos, estudió Historia en la Universidad de Buenos Aires y realizó su aliá a Israel en 1984. Es investigador y profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Se puede escuchar su conferencia o revivir el encuentro haciendo click acá. También le pedimos que nos cuente sobre su vida, y así lo hizo, con este bello relato:

Soy hijo de Moisés Senkman, nacido en colonia San Antonio en 1911, la segunda colonia creada en Entre Ríos por la JCA, o la Jewish, después de Colonia Clara, y de colonia Sofia (Sheindele en ídish). Mi madre nació en un Klein shtetale (villorio) llamado Knyazhe. Por entonces, en 1913 era parte de la Galitzia polaca y, después de la Primera Guerra Mundial, perteneció a la Podolia ucraniana. Ambas geografías, la argentina y la polaca, eran muy diferentes pero tenían en común estar bordeadas por ríos, el arroyo Gualeguaychú, afluente del Río Uruguay en las cercanías de San Antonio, y el rio Zbruch, afluente del Dnieper, que separaba Galitzia de Podolia.

Leo en el CeDoB con los cuadros de Gedale Tenenbaum

Mi hermano mellizo Lito y yo nacimos en Paraná, capital de la provincia de Entre Ríos, pero me ufané toda la vida recordando que soy hijo de un padre que fue agricultor y que en el shtetl de mi madre había artesanos y herreros, por lo tanto, ambos me legaron primero imágenes de labradores en el campo y después trabajos manuales de operarios.

Sería por eso que, por gajes del oficio de historiador, primero empecé a investigar las colonias y los agricultores judíos entrerrianos de la JCA y, después, a los trabajadores manuales urbanos inmigrantes que vinieron a la Argentina desde Rusia y Polonia.

Como sabemos, durante muchos años la gesta agraria de los gauchos judíos devino en la respetabilísima carta de naturalización que legitimaba en el campo a los judíos argentinos desde la esfera pública nacional pero, sin embargo, invisibilizaba la presencia de los obreros y artesanos judíos con ideologías de izquierda mientras se incorporaban a las huelgas y luchas del movimiento nacional de los trabajadores argentinos.

Muy significativamente, yo elegí para mi tesis de doctorado en historia un tema que eludía la experiencia rural de los agricultores judíos entrerrianos y, asimismo, soslayaba a los obreros y artesanos urbanos. El tema de mi tesis doctoral y de varios de mis libros históricos y de crítica literaria fueron las dificultades que afrontaron en Argentina y en otros países vecinos los refugiados y exiliados judíos europeos, antes y después de la Segunda Guerra Mundial. El destino de los desterrados, no de los judíos arraigados a la tierra o al mundo del trabajo, fue tema central de mis investigaciones y publicaciones.

¿Sera por eso que luego del último éxodo forzado —y también voluntario— de miles de argentinos que huyeron del terrorismo de Estado en los años setenta me propuse analizar la sensación de los exiliados políticos judíos de haber sido arrojados nuevamente a la diáspora? Pero la diáspora devino no solamente de la extraterritorialidad, sino del estar fuera de lugar de los judíos, entonces la diáspora se trasfiguró en el galuth (exilio forzado) de todos los argentinos desterrados, un sentimiento ancestral y primordial judío que muchos intelectuales y militantes judíos exiliados habían empezado a descubrir, incluso muchos de aquellos que antes habían negado su judeidad.

Algunos años antes, durante los convulsionados años 1973-1975, cuando era profesor adjunto en la Facultad de Ciencias Económicas y también en Historia Contemporánea de la carrera de Sociología de la UBA, yo enseñaba en la cátedra de Historia del Movimiento Obrero y Relaciones Laborales. Uno de los proyectos de investigación que me inspiró aquella experiencia docente sobre la clase obrera fue hacer historias de vidas a obreros y artesanos judíos, quienes en aquellos años eran considerados supervivientes anacrónicos, trabajadores casi totalmente marginales de la ya desproletarizada comunidad judía.

Agradezco a Nerina porque me invita hoy a contarles, precisamente, sobre esta pionera investigación mía del pasado social, ideológico y humano de obreros judíos inmigrantes a la Argentina. El estudio del tema continuó con la primera investigación de Edgardo Bilsky en 1985, y después la siguieron Nerina Visacovsky sobre textiles de Villa Lynch, la de Javier Diaz sobre anarquistas al comienzo del siglo xx, la de Walter Ludovico Koppmann sobre los obreros judíos de la madera, y una reciente tesis en la Universidad de Tel Avi de Igal Aizenberg sobre metalúrgicos judíos.

En síntesis, hoy quiero compartir con Uds. un viejo tema de investigación que empecé en Buenos Aires antes de mi alía y sobre el cual pensé varias veces en mi trayectoria de investigador en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Mi disyuntiva era si retomarlo, o mejor empezar otra investigación sobre los judíos olim latinoamericanos que se proletarizaron al trabajar la tierra en los kibutzim como jalutzim y habían decidido romper con su anterior vida burguesa. El deseo profundo de esos jóvenes era crear un hombre y mujer judíos nuevos, idéntico al lema de los revolucionarios latinoamericanos durante los años 1960-1970. En hebreo traducíamos esa consigna política, pero en clave antropológica y existencial: “Venimos al kibutz a construir y ser reconstruidos”.

Soy consciente de que, en mi trayectoria personal, nacional e ideológica, coexisten tiempos heterogéneos, simultáneos y solapados, lo cual me dificulta siempre escribir una narrativa y relato de mi trayectoria autobiográfica de modo cronológico y progresivo.

A tal punto me resulta dificultoso que cuando visito anualmente la Argentina, como ahora que deseo hablar sobre obreros judíos inmigrantes a Buenos Aires que se negaron a desproletarizarse como ocurrió con la mayoría de sus shif briders, me da la sensación de que nunca me he ido de mi tierra natal…

O para decirlo con palabras más precisas de un escritor exiliado amigo,

NO SE PUEDE VOLVER AL LUGAR DEL QUE UNO (no) SE FUE.

 

Leonardo, Leo Senkman.